Coerción Sexual



Carmen y Rafael son novios desde hace un par de meses; durante este tiempo se han besado y acariciado, pero hasta el momento no han mantenido relaciones sexuales. Un día Rafael menciona a Carmen que desea mucho tener sexo, pero ella no accede. Al paso de los días, él comienza a presionarla verbalmente, con el fin de convencerla, usando frases como: "¿Qué, no me quieres? pero si yo te amo...”, “...de seguro andas con otro”, “¡Si no lo haces, terminamos!”, “Bueno, pero no te quejes si me acuesto con otra”, etc. Hasta que ella finalmente accede.

Aunque esta viñeta ejemplifica un relato ficticio, la situación que se presenta, es una problemática que experimentan varias parejas. A esta situación se le conoce como coerción sexual.    

La coerción sexual se define como cualquier tipo de presión, ya sea física o emocional ejercida por una persona para imponer a otra actos de orden sexual en el contexto de un encuentro heterosexual de mutuo acuerdo, para salir juntos, para conocerse y/o sostener una relación romántica o erótica, o en una relación más formal como el noviazgo (Saldivar, Ramos y Romero, 2008).

Este tema ha sido estudiado en demasía a nivel internacional. Con respecto a la población participante en los estudios, se ha demostrado que los hombres son los principales perpetradores y las mujeres las victimas mayoritarias, sin embargo, este rol depende del contexto en el cual se lleven a cabo las investigaciones.

En países en desarrollo como el nuestro, es posible mencionar que los hombres jóvenes con frecuencia se sienten con el derecho, precisamente por serlo, a tener relaciones sexuales con mujeres jóvenes. Por esto, es entendible que se estigmatice mayormente la actividad sexual de éstas, lo que puede contribuir a la aceptación de la coerción sexual dentro de las relaciones íntimas de pareja como un comportamiento más «masculino» y aceptado socialmente (Saldívar y Romero, 2009).

Por otro lado, los hombres también pueden en algún momento ser coercionados sexualmente y las mujeres ejercer coerción, sin embargo, la diferencia radicará en los comportamientos que cada uno emplee para obtener el encuentro sexual deseado. En este sentido, los estudios demuestran que hombres y mujeres utilizan diferentes tácticas de coerción, que van desde la presión no verbal y verbal, hasta la agresión física.

Estas tácticas para coercionar se han clasificado en directas e indirectas. Las tácticas indirectas son estrategias en que la persona oculta el propósito sexual de su comportamiento y que, precisamente por su sutileza, pueden ser muy efectivas; mientras que las tácticas directas son estrategias en que una persona usa abiertamente la fuerza física, psicológica o económica para presionar a otra a tener relaciones sexuales (Saldivar, Ramos y Romero, 2008).

Con respecto a las tácticas indirectas utilizadas por los hombres, se podrían considerar las siguientes (Saldívar y Romero, 2009):

  1. El chantaje: Utilizar los sentimientos de la mujer, sobre todo hacerla sentir culpable por desconfiar de las intenciones del hombre y amenazarla sutilmente con buscar satisfacción sexual fuera de la relación. Por ejemplo: «si eres mi novia, deberías de aceptar», «si me tuvieras confianza, aceptarías» o «está bien si no quieres, lo malo es que voy a tener que buscar a otras mujeres».  
  1. La prueba de amor: Apelar concretamente al amor para obtener un contacto sexual. Por ejemplo: «si me amas hay que entregarse en cuerpo y alma porque los dos somos uno».
  1. Los engaños verbales: Mentir o hacer promesas que no se van a cumplir para lograr el contacto sexual con la mujer. Por ejemplo: «estoy enamorado de ti y te amo» (cuando esto no es cierto), «me voy a casar contigo».
  1. El uso de la caballerosidad: Llevar a cabo conductas o hacer referencias verbales que refuerzan los papeles sexuales tradicionales en que el varón va «ganando» a la mujer, haciéndola creer que tiene un interés sentimental formal del que carece en la realidad. Por ejemplo: ser atento, «buen hombre», hablar del matrimonio a futuro como una meta en su vida, etc.
  1. Amenazas psicológicas: Hacer uso de advertencias más o menos veladas asociadas con la pérdida del amor o de la persona si no se tienen relaciones sexuales. Por ejemplo: «si no lo hacemos, no sé si te voy a seguir queriendo».
En relación a las tácticas directas utilizadas por hombres, es posible mencionar las siguientes:

  1. Amenazas de violencia física: utilizar ademanes o palabras intimidatorias en referencia a lo que le puede ocurrir a la mujer si no accede a tener una relación sexual. Por ejemplo: «si no quieres, te voy a tener que obligar a madrazos».
  1. Uso de violencia física: utilizar golpes, jalones, aventones, etc., para obtener el contacto sexual.
  1. Tocamientos insistentes: Hacer contacto constante con alguna parte del cuerpo que el hombre presupone excita a la mujer, tales como senos, genitales y nalgas.
  1. Frases insistentes: Pedir o hacer referencia constante al deseo de tener relaciones sexuales.
  1. Alcohol y drogas: Usar alguna de estas sustancias propositivamente para que la mujer pierda el control o la conciencia y pueda tocarla y/o tener relaciones sexuales con ella.
  1. La coerción económica: Ofrecerle dinero para tener una relación sexual con ella.
Dentro de las tácticas de coerción sexual indirectas utilizadas por las mujeres, Saldívar y Romero (2009), mencionan las siguientes:

  1. Los engaños verbales: Mentir con el fin de lograr el contacto sexual con el hombre, especialmente las falsas promesas de amor. Por ejemplo: «estoy enamorada de ti (cuando no lo está), te amo», «eres muy especial para mí».
  1. El chantaje: Utilizar los sentimientos del hombre para hacerlo sentir culpable por desconfiar de las intenciones de la mujer o por no asumir su papel (ser el novio) y propiciar que ocurra un encuentro sexual. Por ejemplo: «si eres mi novio, deberías de aceptar», «si me tuvieras confianza, aceptarías» « ¿qué, no te gusto? ».
  1. Amenazas psicológicas: Usar advertencias más o menos veladas asociadas con la pérdida del amor o de la persona si no se tienen relaciones sexuales. Por ejemplo: «si no lo hacemos, no sé si te voy a seguir queriendo».
En cuanto a las directas, se consideran las siguientes:

  1. Insinuaciones sexuales usando el cuerpo o frases insistentes: Vestirse «provocativamente», «desnudarse frente a él, mover el cuerpo seductoramente».
  1. Uso de violencia física: utilizar golpes, jalones, aventones, etc. para obtener la relación sexual.

  1. Uso de la violencia verbal cuestionando el guión social tradicional del hombre: Utilizar frases que cuestionen la masculinidad del hombre como: «no te gustan las mujeres», «lo tienes pequeño», «eres impotente », «compararlo con amantes», etc.
  1. Alcohol y drogas: Usar alguna de estas sustancias propositivamente para que el hombre pierda el control o la conciencia y se tengan relaciones sexuales con él. 
Por otro lado, en relación a los posibles factores de conllevan a adquirir una conducta sexualmente coercitiva Fuentes, Ramos y Fernández (2007), sugieren tres campos de orientación:  

  1. Experiencias traumáticas previas en relación con la posterior victimización sexual. Se sugiere la relación existente entre la victimización previa, ya sea en forma de abusos sexuales durante la infancia, o en forma de coerción sexual durante la adolescencia tardía o los primeros años de juventud y la re victimización posterior.
  1. Factores situacionales que podrían incrementar la vulnerabilidad de la mujer; esto en relación con el consumo de alcohol y drogas.
  1. Factores psicosociales, relacionados con variables de carácter cognitivo-conductual como son  el locus de control, la susceptibilidad percibida, la asertividad y la autoeficacia, y la adherencia a un tipo concreto de creencias y actitudes en la victimización sexual.
Por último, cabe resaltar que, aunque este tema ha sido estudiado a nivel internacional, en nuestro contexto la educación al respecto es precaria; por tanto, es necesario adquirir un modelo de intervención para prevenir y remediar situaciones de coerción sexual; dentro de ello es necesario concientizar a los jóvenes y adolescentes con respecto a su sexualidad, por tanto, sería importante educar sobre temas como: las creencias, expectativas y mitos sobre las relaciones sexuales,  las diferencias entre las interacciones sexuales consensuadas y relaciones sexuales no consensuadas, el fomento a la capacidad de empatía, asertividad y habilidades de comunicación y sobre todo la concientización de los posibles factores que propician a adquirir una conducta sexualmente coercitiva.


 REFERENCIAS

Fuentes, A., Ramos, M. y Fernández, A. (2007). La coerción sexual en los y las adolescentes y jóvenes: naturaleza del problema y estrategias de intervención. Apuntes de Psicología. 25 (3), 341-353.

Saldívar, G., Ramos L. y Romero, M. (2008). ¿Qué es la coerción sexual? significado, tácticas e interpretación en jóvenes universitarios de la ciudad de México. Salud Mental. 38, 45-51.

Saldívar, G. y Romero, M. (2009). Reconocimiento y uso de tácticas de coerción sexual en hombres y mujeres en el contexto de relaciones heterosexuales. Un estudio en estudiantes universitarios. Salud Mental. 32, 487-494.

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