Buenos y malos estudiantes: el drama del alumno/docente dotado

Trabajar dentro del aula, al igual que muchos otros trabajos, implica la interacción directa con otras personas y, en este caso ser, hasta cierto punto, responsable del progreso bio-psicosocial de los estudiantes. Es un trabajo tan arduo y tan grande como la misma necesidad de ayudar del que lo hace: el profesor.

En una escuela encontramos una diversidad de personalidades en nuestros estudiantes, independientemente del nivel escolar en el que nos desempeñemos; encontramos, por un lado, a los típicos chicos malos, los que retan a los profesores, los que siempre echan relajo, nunca hacen tarea, interrumpen la clase, ponen apodos, se pelean, etc., y por el otro, están los estudiosos, los que siempre entregan tareas, participan en clase, nunca faltan (a menos de que sea causa de fuerza mayor) y siempre sacan la mejor nota (o intentan lograrlo).


Hablemos primero de los chicos malos: En el tiempo que llevo dando clases he escuchado muchos comentarios de colegas que siempre dicen lo mismo: "¡Ya no sé qué hacer!" “¡Parece que les vale, no entienden, ya hablé con ellos una y otra y otra vez y no cambian!”, “¡Ya no los soporto, yo ya los reprobé (o pasé) para ya no tenerlos en mi clase!” y en el peor de los casos, se refieren a ellos como los chavos sin futuro (o en ocasiones, algún adjetivo con palabras altisonantes). Pero bueno ¿Qué hacer con estos niños? ¿Será verdad que no tienen un futuro y que siempre serán así de desastrosos? ¿La solución es no lidiar con ellos, sacarlos de las clases y aprobarlos o reprobarlos así como así? Si bien, no hay una soluación para todas las sitiaciones, un primer paso debería ser, entender por qué se comportan de esa manera.


Por otro lado, también encontramos a esos alumnos que todos admiran, a los que ponemos en un pedestal y comentamos cosas como: “¿Por qué ese tal Pepito (uno de los de arriba descrito), no puede ser como Jorgito que entrega todo, que siempre participa, que saca puro diez y no causa ningún problema?” (Léase con tono de desesperación) ¿Les suena familiar? Los niños como Jorgito están programados para sacar siempre la mejor calificación, para entregar todas las tareas, para llegar temprano, para participar, para ser los mejores. Díganme ¿Quién no amaría a los alumnos como Jorgito?


Pero ¿Qué tiene que ver esto con la entrada del blog? –la respuesta es tan simple como complicada–. He tenido varios alumnos como Jorgito y Pepito, como cualquier profesor, y me he dado cuenta que ellos actúan de manera similar, no es que a uno no le importe su vida (y por tal razón, hace lo que le plazca) y que el otro ande feliz por el mundo sin preocuparse porque su futuro ya está asegurado; no pienso que sea así, lo que pienso es que es muy probable que los dos no están actuando de la manera en la que ellos quisieran actuar ¿Poco comprensible? Así es, por lo que quisiera ejemplificar mi tesis con un par de ejemplos de mi trabajo como docente:



Uno de mis alumnos es muy correcto, nunca dice groserías, no toma ni fuma, respeta todas las normas, él ya sabe qué quiere estudiar, dónde quiere trabajar, es decir, tiene un proyecto de vida bien estructurado, en el tiempo que le di clases, nunca falló en nada. Un día, platicando con él, le pregunto si alguna vez en su vida ha reprobado alguna materia, él, sorpresivamente dice –"No" – bromeando le digo: "¿Qué pasaría si llegases a reprobar alguna vez?""Nada porque nunca voy a reprobar" – al momento, una de sus compañeras respondió –"No profe, ni le diga porque sus papás lo matan" – siguiendo con el juego, le digo: “No has vivido, no te puedes ir de esta escuela sin sentir la sensación de reprobar alguna materia o al menos hacer algo interesante, como irte de pinta” –él responde de manera un tanto temerosa –"No profe, mis papás me corren de la casa si lo hiciera" –. Interesante ¿No?


Leamos otro ejemplo: Otro de mis alumnos [el que nunca entrega nada, el que todos los profesores dicen que ya no tiene sentido apoyarlo, el que sólo viene para echar relajo, debe muchas materias y siempre se mete en problemas, al salir de la escuela se va a tomar y fumar con sus amigos, es amable, pero a mis espaldas me pone apodos, etc.], llegó un día y me dijo: ­ –"Profe, quiero pedirle un favor"“¿Qué pasa?”"Es que ya debo tantas materias y dice el director que si repruebo otra más, me darán de baja de la escuela !Ándele póngame un 6!" – después de un rato de discusión, le pregunto “Pero, ¿por qué no le echaste ganas?""Es que usted no sabe, yo he vivido muchas cosas en mi vida..." – después de más conversación –"...yo sólo vivo con uno de mis padres y desde pequeño he tenido que trabajar, yo me he hecho cargo de mis hermanos y la verdad es que a veces me siento hasta la mad***, quisiera mandarlo todo a la chin*** pero no puedo porque mi mama/papa/hermanos/ me necesitan" (Léase con un nudo en la garganta).


Dejemos los ejemplos y pasemos al objetivo de la entrada. Alice Miller plantea el supuesto de que, en algún momento de nuestras vidas (esencialmente en la infancia), los padres satisfacen sus necesidades (mentales y emocionales) con ayuda de sus hijos, a estos hijos los llama niños dotados: niños a los que se les dice qué deben y qué no deben hacer, niños que ya tienen su vida planeada desde antes de nacer, muy educados y modositos y que son reprendidos por hacer algo mal visto por los padres o que son obligados a trabajar desde pequeños; en muchas ocasiones son muy talentosos, cantan, tocan instrumentos musicales, van a clases avanzadas, etc., niños que cuidan a sus hermanitos ¡En fin! Niños que no los dejan ser niños.

¿Qué pasa con estos padres? Vivieron lo mismo, sus padres no los dejaron ser niños y ahora tienen que hacer lo que no hicieron durante su infancia (esa es la razón por la cual, en muchas de las ocasiones, se desobligan de sus deberes como padres). Es un patrón generacional: "yo ya cumplí las necesidades de mis padres, ya trabajé desde pequeño para mantener a mis hermanitos, ya fui el contador/médico/abogado que mi padre nunca fue, ahora tú tienes que satisfacer mis necesidades y dejar a un lado las tuyas". Claro, en la mayoría de los casos, esto ocurre de menara inconsciente; como consecuencia, los hijos (niños/adolescentes/adultos-jóvenes), no hacen lo que en verdad quieren, sino que satisfacen las necesidades (no cumplidas) de sus padres.

Miller llama a esto trastorno narcisista (no confundirlo con el término que se usa de manera coloquial). Estos niños/jóvenes/adultos expresan dos tipos de personalidades: una personalidad grandiosa y una personalidad depresiva.

En la personalidad grandiosa, el hombre o mujer se siente orgulloso de lo que hace, de cómo luce físicamente y de cómo lo admiran los demás, es el mejor, ve a los demás por debajo de él, tiene mucha confianza, casi nunca expresa sus emociones y sentimientos, por lo que puede ser un pedante o inclusive, el más humilde de todos, hace todo lo posible por hacerlo todo bien, son obsesionados en sus actividades, le molesta que las demás personas no cumplían con sus tareas, independientemente de si se apegan a las reglas sociales, y sobretodo, buscan la perfección.


Por otro lado, en la personalidad depresiva se tiene poca confianza en sí, estas personas pueden ser los mejores en todo, pero jamás lo reconocerán por sí mismos, externamente se sienten inferiores a los demás (generalmente de manera intelectual), no son muy sociables, expresan mucho sus emociones y sentimientos, nunca se sienten satisfechos con lo que hacen y aunque lo hagan bien, piensan que lo hicieron mal, quieren a toda costa dejar de hacer muchas de las cosas que les molesta pero no son lo suficientemente firmes para tomar la decisión, también son obsesionados pero sus actividades son selectivas.

¿Qué es lo que comparten los dos? Los dos, ya sea consciente o inconscientemente, se sienten superiores que los demás, sólo que el grandioso lo expresa con orgullo y el depresivo con odio, el primero piensa: “I am the best in the world at what i do” el segundo: “los demás me tratan mal, me hacen bullying, me insultan, me ponen apodos, me humillan, etc., porque en realidad soy superior a ellos”. Los dos, de cualquier manera, intentan llamar la atención, siendo los mejores o los peores.

Regresando al tema educativo ¿Para qué me sirve esto en el aula? Para comprender si hemos estado alimentando el patrón: un profesor, cumple una función materna/paterna, por lo que, el niño/joven/adulto narcisista intenta llamar nuestra atención, intenta alimentarse con nosotros, con los profesores, con sus amigos, con sus tutores, etc., de una u otra forma intentan ser reconocidos, para poder satisfacer las necesidades de otros.

Una persona narcisista depresiva tiene tan introyectada la ideología de sus padres que para él, el hacer bien o mal las cosas es lo mismo: ¿por qué Pepito, a pesar de que he hablado con él, le he suplicado, le he pedido de rodillas que cambie, no lo hace? Simple, él tiene que mantener su postura narcisista que ha tenido desde niño, lo que sus padres le han introyectado tantos años, tantas barreras, tantas responsabilidades. Todo esto no se va a desvanecer por una charla motivacional. El depresivo (el chico malo) tiene que sacar todas las frustraciones de alguna u otra manera para no volverse loco.

Asimismo, me he dado cuenta que también se alimenta el lado narcisista del grandioso, sabemos que él siempre participará, siempre entregará todo, nuca faltará, pero ¿Han notado qué sucede cuando falla?: “¿¡Qué pasó Jorgito, por qué hoy no entregaste la tarea!?”... Mi experiencia, en una situación como esta, es que el alumno se siente tan culpable por haber quedado mal, por no cumplir con las expectativas, (por más mínimo que sea el error), que hará todo lo posible para que no vuelva a ocurrir: ya no saldrá con sus amigos, dejará de ver a su novia, no visitará a sus padres, se desvelará noches y noches, etc.

Entonces ¿Es malo sacar buenas calificaciones, esforzarse, ser el mejor, entregar todo a tiempo, hacer las cosas bien y ser reconocido? la respuesta dependerá del contexto, mi tesis es que no sólo debemos captar la atención de los chicos que están haciendo "mal las cosas (entre comillas ya que desde mi perspectiva no lo están haciendo mal) sino también de los que lo están haciendo súper bien; muchos de estos alumnos se acercan a mí, diciéndome que quisieran hacer nuevas cosas, pero que les da miedo hacerlo, que nunca se atreverían, que prefieren, seguir la línea de la familia (independientemente si es ser una persona exitosa o si su destino es casarse y trabajar).

En lo personal, me interesa más el crecimiento personal de mis alumnos que el académico (soy de la idea de que trabajando el aspecto psicosocial, lo demás será más sencillo de solucionar) pero quisiera aclarar que esta postura psicoanalítica, NO es la panacea del entendimiento pedagógico ¿Nos ayuda? A mí sí, y mucho, pero ayudaría más si lo vemos desde una perspectiva holística, tomando en consideración todos los factores que intervienen en el quehacer docente.


Psicólogos que se dedican a la docencia ¿Quieren utilizar el conductismo, la terapia narrativa, lo sistémico, en sus aulas y trabajar desde una perspectiva educativa, social o transaccional? ¡Háganlo! Demás profesionistas ¿Quieren visualizarlo desde una postura económica, médica, legal o pedagógica? También háganlo; creo que lo importante no es la postura epistemológica, sino el no quedarse con el, “ya no sé qué hacer, ya no soporto a Pepito en mis clases ¡ya! Lo pasaré/reprobaré con tal de ya no verlo”, "ya estoy harto, ya no quiero ser profesor" ¡Qué drama! ¿Y qué pasa con Jorgito? ¿Creen conveniente platicar con él sobre si en verdad está haciendo lo que él quiere? Dependerá de ustedes ya que considero que un profesor tiene la obligación de conocer a sus alumnos tanto como un padre.

Una persona narcisista no siempre será de personalidad grandiosa ni tampoco siempre será depresiva, no es tan lineal; es difícil poder ubicar el tipo de personalidad, pero lo repito, depende del contexto ¿Se puede ir de un extremo a otro? la respuesta es sí, ¿Cómo sucede eso? dependerá de la vida de cada individuo.

Por último, considero muy importante aplicar este conocimiento no sólo con nuestros alumnos, sino en nosotros mismos como docentes: ¿Porqué me frustro cada vez que Pepito me interrumpe la clase? ¿Por qué siento que nunca me rinde el día? ¿Por qué me siento mal cuando algún colega le va bien? ¿En verdad estoy haciendo lo que quiero hacer? ¿Me gustaría que alguno de mis hijos tuviera un profesor como yo? también pensemos ¿Tengo la profesión que hubiera querido tener o es la que mis padres decidieron?

Conocernos antes de querer conocer a alguien más, solucionar nuestros asuntos antes de querer ayudar a otros, para mí, esa es la mejor herramienta psicopedagógica que podemos llevar. Es muy importante hacerlo; recordar cómo éramos cuando íbamos a la escuela, ayuda a hacer consciente muchas cosas. Estar bien con uno mismo ayuda demasiado a no caer en intolerancia hacia los demás, ser "desastroso" o "matadito", es sólo la superficie de algo más profundo, nuestra labor como docentes no es solucionar los problemas de nuestros alumnos, pero lo que sí podemos hacer es, entenderlos.

REFERENCIAS

Miller, A. (2009). El drama del niño dotado. Buenos Aires: Tusquest Editores

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