Ensayo: El malestar en la cultura - (Capítulo I y II)

Freud comenza estos capítulos con una aseveración que me parece interesante resaltar: uno de los objetivos del ser humano es buscar la felicidad. En esta vertiente se abre el panorama para que se rompa con esta idea ingenua de que el yo es una entidad que persiste de manera independiente e inherente, sin embargo, a través de su escrito, menciona, de manera constanstemente ejemplificada, cómo esta estructura no es sino, una sola, frente al ello y el mundo exterior.

En este sentido, Freud marca un límite definido entre el mundo real y el yo del individuo sano y no distorsionado (por ejemplo, por el amor); por otro lado, la continuidad entre el yo y el ello es más difusa, así, la búsqueda de la felicidad dependerá de la subjetividad de cada individuo, del contexto que se encuentre y el control (si es que lo hay) del mundo anímico.

En esta búsqueda se nos impone una vida irreal (por mencionarlo de algún modo) la cual no aceptamos, dado que persiste el principio de placer por sobre muchas cosas, a través de este camino, y en la búsqueda de este fin último, utilizamos estrategias básicas como las distracciones, las satisfacciones y, en ocasiones, los narcóticos.

Es aquí el punto que me llama la atención de estos primeros capítulos, ya que estoy de acuerdo con Freud en que los seres humanos generalmente buscamos el placer y evitamos el sufrimiento en todas nuestra actividades cotidianas, sin embargo, pienso que, en la actualidad, esta búsqueda de placer y eliminación del dolor ha llevado a que el ser humano tenga expectativas bajas sobre sus vidas, que haya más conformismo y que no se tenga una visión clara sobre cómo o dónde buscar esa felicidad “duradera” y que esta no sea sólo efímera.

Considero que el mundo actual beneficia a que encontremos migajas de felicidad, migajas de placer, las cuales nos hacen sentir bien por un momento, sin dolor, sin presión, y que llevan al ser humano a una zona de confort, donde a pesar de tener una visión alta del mundo, es preferible tener una vida “estable” en la cual, si llegase a haber algún cambio en la realidad, se puedan llevar a cabo estrategias para poder estabilizar la sensación de placer, la sensación de felicidad, ese sentimiento "oceánico" que muchos dicen haber encontrado.

A pesar de ello, considero que no sería necesario satanizar las estrategias que cada persona utiliza para conseguir sus objetivos, siempre y cuando se haga lo que en verdad se quiera hacer[1] y no para complacer a alguien más (generalmente las personas actuamos de esta manera, por ese temor o displacer de perder al otro).

En así que, considero que para poder alcanzar esa meta última, la felicidad, no sólo va a depender de la construcción psíquica de cada individuo sino de la adaptación al contexto cambiante y la reestructuración de las estrategias que se utilicen, independientemente de que puedan ser aceptadas por los mismos individuos y/o las personas que los rodean.


[1] En relación a esto, viene a mi mente una frase interesante: “la culpa solamente se siente cuando hacemos lo que en verdad queremos”, agregaría yo: “sin embargo, no todo lo que queremos es lo correcto… socialmente hablando”.

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