Ensayo: El malestar en la cultura (Capítulos IV y V)


Siguiendo la línea previa, Freud describe cómo se consolidó la alianza fraternal en la sociedad. He aquí el primer punto que me parece interesante: para poder lograr el paso de una familia primitiva a una fraternal, fue necesario el establecimiento de un nuevo orden social, cuya principal característica es la inhibición del placer; pero ¿Cómo se dieron (o se siguen dando) esas inhibiciones de placer? Por lógica, pienso que es a través de las prohibiciones (como las que enuncia la religión), las reglas y, dentro de la familia, por la castración y el establecimiento del superyó.

Ahora bien, para que haya una buena convivencia, no sólo basta con el superyó sino que es necesario que el sistema de reglas y normas funcione correctamente, pero para esto, tendremos que desviar nuestra energía psíquica hacia otro fin (el cual, siguiendo a Freud, genera una especie de amor por la humanidad), mientras que el excedente de ésta, se sublima (mayormente en la compulsión al trabajo y al amor). El contexto en el que se encontraba Freud difería en mucho al actual, sin embargo, se perciben ciertas similitudes[1].

Dado que el desvío de la energía está destinado a otro fin, existe displacer, por lo tanto, hay inestabilidad (emocional, corporal, conductual, social, etc.), sin embargo, los llamados mecanismos de defensa serán los salvadores del día, por tanto, tendría sentido pensar en aquellos adictos al trabajo que, llegado ahí por medio de sublimar esos excedentes de energía, se ven obligados, inconsciente y mecánicamente, a repetir su estado durante los siglos de los siglos[2], a pesar de que, en ocasiones, puedan percibir que en dicho trabajo, no encontrarán la felicidad ni mucho menos un poco de satisfacción personal.

Por otro lado ¿Qué tiene qué ver todo esto con el amor? Mucho –dice Freud- ya que el amor se contrapone a los intereses de la cultura, esa cultura que obedece a la compulsión de la necesidad económica, aquella que se ve precisada a sustraer de la sexualidad (del hombre) gran parte de la energía psíquica que ella misma gasta. Hay una lucha de poder en donde, por un lado, está el amor tratando de llenar un hueco donde hace falta algo, mientras que por el otro, la cultura pone límites a éste, negando así el placer y por tanto, generando neurosis y fracaso amoroso.

¿Será acaso esta una posible explicación del por qué actualmente hay una decadencia en cuanto a la calidad de las relaciones amorosas? A pesar de haber roto muchos tabúes en cuanto a nuestra sexualidad, las relaciones de pareja van cada vez en decadencia, se está generando en la sociedad una urgencia por establecer vínculos románticos (es posible observar más este fenómeno en los jóvenes de las nuevas generaciones), sin embargo, esa urgencia está predispuesta por clichés y patrones sociales que se siguen de manera mecánica, destinados a una efímero y doloroso desenlace; aunado a esto, tendríamos que agregar la superficialidad, la dependencia y la impersonalidad, a estos cambios característicos de los actuales paradigmas amorosos, influidos, en mayor medida—considero— por el uso de las nuevas tecnologías.

Bien lo menciona Freud en el capítulo anterior, para poder crear vínculos sociales (en este caso amorosos) será necesario una regulación de las conductas, además de suprimir nuestra libertad. Precisamente eso pasa en las relaciones de pareja: es necesario adecuar nuestra conducta, nuestra ideología, inclusive nuestras emociones a los patrones establecidos por la sociedad y por nuestra pareja y al mismo tiempo, depender de ese vínculo. Ahora bien, cualquiera que salga de la norma, está destinado a vivir en la soledad ya que no encaja en el “sistema del amor”, sin embargo, estar dentro no garantiza el éxito amoroso. Así llegamos a un punto como sociedad en la que, con respecto al amor, pase lo que pase vas a sufrir y suceda lo que suceda habrá neurosis.

A pesar de esto, la cultura no es tan mala. En cierto sentido, el que la cultura ponga límites no necesariamente propicia a una desestabilidad social, al contrario, el trabajo de inhibición de placer, estabiliza –creo yo– a la sociedad ¿Cómo sería un mundo lleno de personas que en cada momento y en cada lugar dejan liberar todas esas pulsiones ineducables?El sentido común nos podría dar una respuesta acertada. Por otra parte, con respecto al deseo, me pregunto ¿Qué pasaría con éste si no hubieran prohibiciones y nos dejásemos llevar por las pulsiones? ¿En verdad el deseo desaparecería?[3]

Tal vez por ahora no pueda contestar esa pregunta, sin embargo, sí puedo imaginarme cómo sería un mundo si la cultura no limitara la agresividad en los hombres (aunque al parecer no se está haciendo un buen trabajo en algunos países del medio oriente o sin irme tan lejos, en algunos Estados de la República Mexicana). Lo que sí me queda claro, es que para poder adaptarse en cualquier medio en la actualidad –según el malestar en la cultura– a pesar de tener capacidades y habilidades, ya sean estas cognitivas, emocionales o conductuales, tendremos que cambiar grandes momentos de dicha y placer por pequeñas dosis de seguridad y estabilidad social.


Notas:
[1] Aunque eso de “amor por la humanidad”, me suena un poco romántico y al mismo tiempo alejado [al menos] de ciertos contextos reales en la actualidad social.
[2] Lo que hoy se conoce en la industria como "Recursos Humanos" se basa en esta premisa para tener a los "mejores" elementos en las empresas y organizaciones sociales.
[3] Aunque, recordando algún semiario de psicoanálisis, al parecer el deseo es indestructible.

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